¿Qué es la obesidad?: causas, consecuencias y su tratamiento

La obesidad es un grave problema de salud en la actualidad, tanto que, es considerada por muchos especialistas, como una epidemia del siglo XXI. Se estima que el 39% de la población mundial es obesa o tiene sobrepeso.

Es una enfermedad crónica que afecta a por lo menos uno de cada tres adultos y casi el diecisiete por ciento de niños y adolescentes en los Estados Unidos. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021, en México el 74.1% de la población adulta y 38.2 % de la población infantil tienen sobrepeso u obesidad.

Se define como un peso corporal desproporcionado para la estatura con una acumulación excesiva de tejido adiposo, usualmente, acompañada de una inflamación sistémica.

Causas de la obesidad

El aumento del depósito de grasa, según una visión simplista basada en la primera ley de la termodinámica, es el resultado de un desequilibrio entre la ingesta calórica y el gasto energético.

De acuerdo a este punto de vista, la obesidad es el resultado de una baja actividad física y del consumo excesivo de alimentos de alto contenido energético, por encima de las necesidades del individuo.

Sin embargo, la etiología de la obesidad es más compleja. Ya que, para entender a la obesidad hay que tener en cuenta circunstancias como el estatus socioeconómico, el entorno y los comportamientos personales, así como las interacciones fenotipo-genotipo.

Puesto que, todos estos factores afectan a la ingesta de alimentos, a la renovación de nutrientes, a la termogénesis, a la utilización de los lípidos de los ácidos grasos, que se alejan del almacenamiento y se dirigen hacia la oxidación, y también al almacenamiento diferencial de grasa en los depósitos regionales adiposos frente a los tejidos no adiposos.

Por tanto, el control del peso y la composición corporal debe tener en cuenta la ingesta de energía, el gasto energético, y la deposición de grasa, que están interconectados y bajo una regulación integral por parte de los sistemas neural y endocrino, en los que participan diferentes neuropéptidos y hormonas.

Como puedes ver, son varios los agentes que modifican estos procesos de regulación: los factores ambientales (como la falta de sueño), la calidad general de la dieta, el nivel de actividad física, la microbiota intestinal, los disruptores endocrinos, los factores reproductivos (como la mayor fertilidad entre las personas con mayor adiposidad y el apareamiento asorta, es decir, el apareamiento entre individuos con fenotipos similares), los fármacos y los efectos intergeneracionales intrauterinos y epigenéticos.

En consecuencia, podemos decir que la obesidad es causada por la interacción de varios genes de susceptibilidad, en conjunto, con diversos factores del estilo de vida.

Tipos de Obesidad

  • Obesidad subcutánea: en la que el exceso de grasa, debajo de todas las capas de piel, se encuentra alrededor de las zonas de la cadera y los muslos (forma corporal de pera u obesidad ginecológica, que es más común en las mujeres).
  • Obesidad visceral: en la que la grasa (principalmente tejido adiposo mesentérico, es decir, la grasa que se encuentra en el pliegue de membranas que une el intestino con la pared abdominal y lo mantiene en su lugar) se concentra principalmente en la región abdominal (forma corporal de manzana). La obesidad visceral es más frecuente en los hombres y tiende a ser más perniciosa en términos de salud, afectando especialmente al riesgo cardiovascular.

Factores de Riesgo

Una de las dificultades al estudiar los factores de riesgo en la obesidad son las notables diferencias en la forma en que las personas acumulan grasa corporal.

Algunos incluso han sugerido, que deberíamos referirnos a “obesidades” en lugar de a la obesidad, ya que, esta condición no puede considerarse como una entidad homogénea.

Varios factores influyen en la ingesta y el gasto de energía, entre los que se encuentran: factores biológicos, ambientales, genéticos, y otros comportamientos alimentarios que están determinados por las condiciones sociales (como las oportunidades para poder comer, la disponibilidad, la capacidad de compra de alimentos y el entorno construido, que afecta, entre otras cosas, al acceso a los alimentos y a la actividad física).

En este contexto, las empresas alimentarias han adoptado poderosas estrategias de mercado para inducir a la gente a comer más. Las opciones alimentarias entre los alimentos de alto rendimiento energético y los tentempiés son enormes.

Además, el consumo de alimentos fuera de casa, que se ha asociado a la obesidad probablemente debido al aumento del tamaño de las porciones y otros factores, ha aumentado durante las últimas décadas.

La actividad física, otro componente del comportamiento, también está condicionada por factores socioeconómicos y culturales (por ejemplo, el tipo de transporte, el uso de videojuegos, el uso del ordenador y la ocupación).

Una tendencia secular conjunta de los estilos de vida sedentarios, junto con el aumento de la ingesta energética, puede explicar en gran medida los aumentos observados del IMC medio de los países con mayores ingresos económicos.

El número de horas de sueño se ha reducido, aumentando el cansancio durante las horas de actividad y el consumo excesivo de alimentos mientras se está despierto, lo que predispone a un estilo de vida sedentario y a la obesidad.

Asimismo, el trabajo nocturno está relacionado con la privación del sueño y sus consecuencias.

 

No obstante, la cuestión de sí la obesidad de se debe principalmente a un exceso de ingesta calórica o a un gasto energético reducido, sigue siendo objeto de debate en los círculos académicos, pero es probable que todos los componentes de la ecuación del balance energético sean importantes.

Además de la cantidad de calorías, el tipo y la calidad (por ejemplo, los lípidos saturados frente a los no saturados, así como el origen de las grasas, los carbohidratos y las proteínas) de las calorías consumidas también influye en el balance energético y en el peso corporal a largo plazo.

En último término, el aumento del consumo de bebidas azucaradas, papas fritas, carnes rojas y procesadas, productos de panadería comercial, grasas trans, cereales refinados y azúcares añadidos se ha asociado a un mayor aumento de peso.

Estudios a largo plazo cuidadosamente realizados apoyan los beneficios de consumir comidas con alimentos saludables y carbohidratos complejos con bajo índice glucémico (valor que se da a los alimentos como referencia sobre la velocidad a la que aumentan los niveles de glucosa en sangre) y la importancia de los patrones dietéticos de alta calidad y sostenibles para prevenir la obesidad.

¿Cómo saber si tengo obesidad o sobrepeso?

Para determinar si una persona es obesa, y en qué medida, se han diseñado y desarrollado diferentes métodos, como la evaluación basada en la antropometría, el análisis de la impedancia bioeléctrica, la densitometría y los métodos basados en imágenes.

Aunque el Índice de Masa Corporal (IMC) es una herramienta imprecisa, es la más utilizada.

El IMC estima la adiposidad de forma bruta e identifica el sobrepeso y la obesidad basándose en el peso del individuo expresado en kilogramos (kg) y dividido por la altura al cuadrado en metros.

La clasificación de la OMS que utiliza el IMC define la desnutrición como un valor menor a 18.5 del IMC, el peso normal entre 18.5 y 24.9 del IMC, el sobrepeso entre 25 y 29.9 del IMC, la obesidad esta en un valor igual o mayor a 30 del IMC y la obesidad extrema en un valor igual o mayor a 40 del IMC.

A continuación, te compartimos un enlace a una calculadora para que puedas determinar el valor del IMC en el que te encuentras actualmente, teniendo a la mano el valor de tu altura y tu peso >> Calculadora del IMC. Así como >> Calculadora del percentil del IMC para niños y adolescentes.

También ponemos a tu disposición las tablas informativas sobre el IMC del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Adolescentes

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Fuente de la imagen: http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/salud/tablas_imc/adolesc_imc.pdf

Mujeres

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Fuente de la imagen: http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/salud/tablas_imc/mujeres_imc.pdf

hombres

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Fuente de la imagen: http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/salud/tablas_imc/hombres_imc.pdf

adultos mayores

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Fuente de la imagen: http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/salud/tablas_imc/admayor_imc.pdf

La paradoja del IMC en la evaluación de la obesidad es que no es un índice perfecto de adiposidad, pero es altamente predictivo del riesgo cardio metabólico.

La adición de la relación cintura-cadera al IMC proporciona incluso una mejor predicción de la enfermedad cardiovascular.

La evaluación del IMC debe ir acompañada de índices de forma corporal (como el perímetro de la cintura) y de otras características (como la presión arterial y los niveles de glucosa y colesterol) para definir con precisión el riesgo en los individuos.

El sobrepeso y la obesidad se definen utilizando los criterios del IMC para los adultos. En el caso de los niños, se suele preferir la puntuación Z del IMC (una puntuación basada en la desviación estándar del IMC) para facilitar el análisis de diferentes poblaciones étnicas.

Para superar las limitaciones del IMC en la práctica clínica, además de medir el perímetro de la cintura, se han ideado diversos sistemas de estadificación de la obesidad, que tienen en cuenta otros factores como la dislipidemia y la homeostasis de la glucosa, para ayudar a los profesionales sanitarios a facilitar la clasificación de las personas según los problemas de salud relacionados con el peso y a seleccionar los tratamientos adecuados.

Algunos ejemplos son el Sistema de Estadificación de Edmonton, el Sistema de Estadificación Cardio metabólica, el panel ATPIII y la puntuación de riesgo de Framingham, entre otros.

Consecuencias de la obesidad

La carga poblacional de la obesidad y el sobrepeso es considerable y representa una prioridad para la salud pública. Para 2030, se prevé que los costes de la atención sanitaria debidos a las enfermedades relacionadas con la obesidad alcancen los 48.000 a 66.000 millones de dólares al año solo en Estados Unidos.

El aumento del riesgo de padecer enfermedades asociadas a la obesidad, como la diabetes mellitus de tipo 2, las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, representan una parte sustancial de esta carga.

Sin embargo, también se sabe que el sobrepeso y la obesidad tienen un efecto sustancial sobre el bienestar emocional, la autoestima y la salud psicosocial.

El sobrepeso y la obesidad suelen asociarse a una Calidad de Vida Relacionada con la Salud (CVRS) inferior a la del peso normal. Los estudios relacionados en diversos entornos (Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia) han informado de una tendencia monótona que muestra que, a medida que el IMC aumenta, la CVRS disminuye.

La obesidad en las mujeres tiende a afectar principalmente la morbilidad en lugar de la mortalidad, por lo que las mujeres tienen una vida más larga que los hombres; y la morbilidad psicológica es una carga mayor en las mujeres que en los hombres.

Gran parte de esta carga de enfermedad se debe a una menor CVRS y a una menor esperanza de vida.

El aumento de peso se asocia a valores más bajos de los componentes físicos, mientras que la pérdida de peso se asocia a valores más altos de los componentes físicos, limitaciones de rol debido a problemas físicos, dolor corporal, salud general y vitalidad.

En niños y adolescentes, el sobrepeso y la obesidad no suelen dar lugar a comorbilidades inmediatas importantes, pero se asocian a estilos de vida más sedentarios, a niveles de autoestima más bajos, a la exclusión social, a logros educativos subóptimos y también a una menor calidad de vida.

Obesidad: comorbilidades y mortalidades

De acuerdo con el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos, la comorbilidad, igualmente conocida como morbilidad asociada es un término usado para describir dos o más trastornos o enfermedades que ocurren en la misma persona.

Pueden ocurrir al mismo tiempo o uno después del otro. La comorbilidad también implica que hay una interacción entre las dos enfermedades que puede empeorar la evolución de ambas.

Los estudios de población han demostrado claramente que los individuos con obesidad tienen un mayor riesgo de desarrollar numerosas complicaciones de salud que contribuyen a la muerte prematura, a diferencia de los individuos con un peso saludable.

Además de un mayor riesgo de desarrollar características del síndrome metabólico, otras comorbilidades comunes son los trastornos endocrinos (como la diabetes mellitus de tipo 2), los problemas respiratorios (por ejemplo, la apnea del sueño), las enfermedades cardiovasculares (tales como, la aterosclerosis y el infarto de miocardio) y los cánceres (entre ellos, el cáncer de endometrio, hígado y riñón).

Adicionalmente, la obesidad tiene repercusiones negativas no sólo en los aspectos psicológicos y del estado de ánimo, sino también en la función cognitiva.

El sobrepeso y la obesidad de clase I se asocian a un mayor riesgo de mortalidad.

Se ha demostrado que padecer estas enfermedades incrementan significativamente la posibilidad de morir por problemas cardiovasculares y de fallecer como consecuencia de haber desarrollado algún tipo de cáncer, en comparación con las personas que cuentan con un peso saludable.

La obesidad también se relaciona con la resistencia a la insulina, la hipertensión y la hipercolesterolemia.

¿Cómo tratar la obesidad?

El tratamiento actual de la obesidad tiene como objetivo la perdida de peso mediante un enfoque basado en el riesgo, utilizando tratamientos de bajo riesgo, como cambiar malos hábitos, cambios en la dieta y ejercicio, como primera opción, seguidos de medicación o cirugía en casos particulares.

Cambiar malos hábitos que provocan obesidad

La modificación del comportamiento en los programas de estilo de vida ha sido una parte importante de los programas para la pérdida de peso durante más de un cuarto de siglo.

La modificación de la conducta ayuda a las personas a comprender y controlar su comportamiento alimentario, desde los desencadenantes que lo inician hasta el lugar, la velocidad y el tipo de comida, pasando por las consecuencias de la misma y las recompensas que conlleva el modificar dichos hábitos.

También consiste en estrategias para ayudar a las personas a desarrollar un comportamiento asertivo, aprender técnicas cognitivas para manejar sus discusiones internas y formas de afrontar el estrés.

La innovación más reciente en el cambio de malos hábitos que provocan obesidad es la aplicación de herramientas en línea, como la retroalimentación automática por correo electrónico y la terapia conductual.

Dietas para bajar de peso

Las dietas para el control del peso corporal solo se han probado rigurosamente en ensayos controlados aleatorios en los últimos 20 años.

El balance energético negativo a través de la restricción calórica se utiliza habitualmente para lograr la pérdida de peso.

La pérdida de peso con dietas, y, en general, todas las dietas inducirán por término medio este efecto. Usualmente, se recomienda una restricción de 500 kcal al día o una restricción energética individualizada del 30%, o una dieta de 1,200 kcal al día para las mujeres y de 1,500 kcal al día para los hombres.

Curiosamente, la mejora de la calidad nutricional global sin una restricción energética directa también puede ser útil para reducir el peso, lo cual es parte de la estrategia de cambiar malos hábitos alimenticios que provocan obesidad.

No obstante, la adherencia al programa dietético es clave. En un metaanálisis de muchas dietas populares, las dietas bajas en carbohidratos produjeron una pérdida de peso de 7.25 kg después de 12 meses, en comparación con las dietas bajas en grasas de 7.27 kg, lo que no supone una diferencia.

La pérdida de peso interindividual es elevada con todas las dietas; algunas personas pierden mucho peso y otras lo ganan. La variabilidad genética puede explicar parte de la respuesta diferencial a las dietas.

Para el mantenimiento de la pérdida de peso a largo plazo, la adherencia a la dieta es importante, pero la composición de macronutrientes puede tener un papel igualmente relevante.

Una mayor ingesta de proteínas, alimentos con un bajo índice glucémico y una menor ingesta de grasas pueden ser beneficiosos para mantener la pérdida de peso, mientras que las dietas con más carbohidratos pueden favorecer la recuperación de peso.

Las recomendaciones dietéticas para el control de peso deben tener en cuenta la calidad general de la dieta y los efectos sobre la salud a largo plazo, así como el papel de los aminoácidos específicos, los ácidos grasos, los compuestos bioactivos o el número de comidas y el momento de consumo de los alimentos, así como la distribución de los macronutrientes.

Importancia del ejercicio físico en la obesidad

Del mismo modo que para todas las personas sedentarias, la recomendación actual es aumentar gradualmente la actividad física aeróbica en las personas con obesidad, por ejemplo, una caminata diaria de 10, 000 pasos.

Esta estrategia tiene beneficios para la salud, independientemente de la pérdida de peso, ya que los niveles moderados de actividad física reducen el riesgo de desarrollar diabetes mellitus y enfermedades cardiovasculares, lo que posiblemente esté relacionado con el hecho de que tiene el potencial de reducir el tejido adiposo visceral dañino y la grasa ectópica.

Medicamentos para el tratamiento de la obesidad

Los fármacos para el tratamiento de los pacientes con obesidad están aprobados como complementos de la dieta y el ejercicio, y ninguno ha sido aprobado para uso en poblaciones de mujeres embarazadas, lactantes o pediátricas.

El uso de estos medicamentos debe reservarse para pacientes con obesidad de riesgo moderado o alto (Un IMC > 30 o un IMC > 27 si hay comorbilidades).

Como están destinados a pacientes que luchan por perder y mantener la pérdida de peso, un requisito previo es tener antecedentes de falta de éxito en el pasado.

Todos estos medicamentos actúan ayudando a los pacientes a cumplir mejor sus dietas, excepto el orlistat y el cetilistat (que solo está disponible en Japón), que ayuda a imponer una dieta baja en grasas.

Hasta el momento no existe un medicamento ideal; en el paciente adecuado, cualquiera de ellos puede tener éxito. Recuerda consultar a tu medico para saber si requieres medicación y que medicamento es el adecuado para ti.

Cirugía bariátrica

El uso de la cirugía bariátrica (también conocida como cirugía metabólica) se ha adoptado rápidamente como una opción de tratamiento para la obesidad severa, y esto ha aumentado con la llegada de procedimientos laparoscópicos de menor riesgo.

Los requisitos o criterios de consideración son un IMC > 40 o un IMC > 35 con comorbilidades, como la hipertensión o dislipidemia. Las personas con prediabetes o diabetes de reciente aparición pueden cumplir los requisitos con un IMC entre 30 y 35.

La cirugía bariátrica puede realizarse de forma individualizada en adolescentes con un marcado sobrepeso. Hay una serie de intervenciones que dan lugar a diversos grados de pérdida de peso y cada una tiene sus propios riesgos y beneficios que deben considerarse cuidadosamente con cada paciente.

Los resultados de la cirugía bariátrica has sido generalmente favorables. La mortalidad se redujo en un 24% principalmente debido a la reducción del riesgo de infarto de miocardio.

Se han observado cambios en comorbilidades como la diabetes mellitus de tipo 2 y la apnea del sueño, también mejoran, y los pacientes informan de mejoras constantes en la calidad de vida.

¿Cómo prevenir la obesidad?

La prevención de la obesidad debe centrarse en mantener la pérdida de peso o en controlar el aumento excesivo del peso.

Las posibles estrategias preventivas son los programas de promoción de la salud o el marketing, que abordan los hábitos saludables y las políticas dirigidas al medio ambiente.

La complejidad de la obesidad requiere intervenciones multinivel y multicomponentes que adopten un enfoque sistémico.

Los enfoques multinivel se centran en la modificación de malos hábitos actuando en múltiples marcos: en la práctica, partiendo del individuo, a menudo los niños o los adolescentes, las escuelas o los entornos laborales y las comunidades. 

Para el desarrollo de las intervenciones, los modelos de promoción de la salud deben tener en cuenta la información sobre los determinantes, como la población objetivo y las oportunidades en las sociedades correspondientes.

Según el informe de la OMS “Poner fin a la obesidad infantil”, entre los factores que deben tenerse en cuenta se encuentran la salud materno-infantil, la educación nutricional y los conocimientos sobre salud, la percepción de los padres sobre el crecimiento y el desarrollo saludable de los niños, la presión de los compañeros, el comportamiento alimentario y la actividad física de la familia, el papel de los alimentos y los entornos construidos.

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