Alcohol, los peligros de comenzar a beber demasiado pronto: la relación entre la edad y los riesgos asociados a su consumo
Autor Chimalli Digital
Se ha identificado al consumo de alcohol como uno de los principales factores de riesgo de muerte y discapacidad antes de la vejez; más aún, comenzar a beber demasiado pronto es un potente predictor de la posterior adherencia a su consumo.
Las personas han sido consideradas, especialmente los adolescentes, sensibles a las consecuencias adversas del consumo de alcohol con disminución del control de los impulsos, disminución del impulso motivacional para llevar a cabo nuevas experiencias y una mayor asunción de riesgos.
El consumo excesivo de alcohol en jóvenes de entre 12 a 20 años también podría alterar el desarrollo del cerebro y aumentar la susceptibilidad a los trastornos por consumo de sustancias.
Los patrones nocivos de consumo de alcohol en la adolescencia tardía pueden continuar en la edad adulta, y las consecuencias para la salud asociadas con el alcohol podrían tardar décadas en manifestarse.
¿Por qué la edad mínima legal para beber alcohol es importante para la salud?
En función de dicha vulnerabilidad en la adolescencia tardía, que mencionamos anteriormente, la edad mínima legal para beber puede verse como una herramienta política eficaz para disminuir el consumo nocivo de alcohol.
Estudios científicos previos han hallado asociaciones entre un aumento en la edad mínima legal para beber y un menor consumo de alcohol por persona, así como resultados adversos relacionados en adultos jóvenes, como menos muertes, accidentes, violencia y algunos resultados adversos del parto.
Como ilustración, en los Estados Unidos, crecer en estados con una edad mínima legal para beber de entre 18 y 20 años se asoció a un consumo excesivo de alcohol, más recurrente y que persiste hasta la edad adulta posterior.
En contraposición con crecer en estados con una edad mínima legal para beber de más de 20 años.
A pesar de la persistencia de los hábitos de bebida adquiridos en la edad adulta temprana, los estudios acerca de las posibles consecuencias a largo plazo de la aplicación de la legislación de la edad mínima legal para beber, como la mortalidad relacionada con el alcohol, son escasos.
Solo dos estudios han investigado la asociación de la edad mínima legal para beber y la mortalidad atribuible al alcohol.
El primero de ellos se llevó a cabo en Suecia e incluyó un experimento regional sobre la legislación sobre alcohol en 1967, reduciendo la edad mínima legal para beber de 21 años a 16 años y, al mismo tiempo, permitiendo la venta en tiendas de cerveza de graduación media (estamos hablando de hasta 4.7% de alcohol) por volumen en las regiones objetivo.
En un estudio de seguimiento de 40 años, no hubo diferencias en la morbilidad o mortalidad relacionadas con el alcohol por exposición a una menor edad mínima legal para beber durante el experimento.
No obstante, las implicaciones del experimento no están claras ya que el experimento solo duró 8 meses y medio, después de lo cual la edad mínima legal para beber volvió a 21 años.
El segundo estudio se realizó en los Estados Unidos, donde la edad mínima legal para beber se elevó a un nivel federal de 21 años en la década de 1980.
El estudio halló que, en los participantes sin educación universitaria, la mortalidad por enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol en la vejez era más alta si pertenecían a estados donde la edad mínima legal para beber había tenido menos de 21 años durante 1967-1990 que si eran de estados donde había pasado a 21 años.
El debate sobre la edad mínima legal para beber alcohol: ¿Qué dice la ciencia más reciente?
La reforma finlandesa del alcohol de 1969 brindó una oportunidad única para evaluar cómo una mayor disponibilidad de alcohol podría afectar la morbilidad y la mortalidad atribuibles al alcohol en el futuro.
De acuerdo a un estudio científico reciente, la implementación de una legislación sobre una edad mínima legal para beber más baja se asoció con una salud atribuible al alcohol en la edad adulta, con cohortes más jóvenes que experimentaron mayores tasas de morbilidad y mortalidad atribuibles al alcohol durante al menos 36 años de seguimiento.
Los cohortes de mayor edad que solo podían comprar alcohol a los 21 años tenían menos daños a la salud atribuibles al alcohol en comparación con los cohortes que podían comprar alcohol a los 18 años.
Los aumentos en los daños atribuibles al alcohol fueron más fuertes entre los que tenían menos educación, pero no se limitaron a ellos.
Sumado a eso, dicho estudio científico presentó evidencia que indicó un mayor daño a largo plazo, tanto hospitalización como mortalidad, para aquellos expuestos a una edad mínima legal para beber más baja.
De igual manera, evidenció que existe una mayor carga de morbilidad y mortalidad atribuibles al alcohol en aquellas personas con niveles más bajos de educación.
A pesar de lo anteriormente mencionado, la asociación no se limitó solo a aquellas personas que no asistieron a la universidad, como se observó en algunos casos de mortalidad relacionada con el alcohol en los Estados Unidos.
Existen diversas razones potenciales para una mayor morbilidad y mortalidad atribuibles al alcohol entre los cohortes de nacimiento más jóvenes expuestos a una edad mínima legal para beber reducida.
Un periodo más largo de consumo acumulado de alcohol debido a un comienzo más temprano.
Mayor exposición al alcohol en una fase vulnerable del desarrollo que conduce a patrones de consumo nocivos que persisten hasta la edad adulta.
Aumentos simultáneos en la disponibilidad de alcohol y cambios culturales en los hábitos de bebida que conducen a un aumento general en el consumo.
Y algunos otros factores no observados que coincidieron con la reforma de la política de alcohol.
Aunque la disminución en la edad mínima legal para beber permitió más años de consumo acumulativo para los más jóvenes, la evidencia sobre los hábitos cambiantes de bebida entre las personas más jóvenes implica que las diferencias, en la morbilidad y mortalidad atribuibles al alcohol de las personas, no se debieron solo a que el consumo de alcohol comenzó antes, sino a los diferentes patrones de consumo.
La evidencia descriptiva basada en encuestas sobre los hábitos de bebida para las personas de 1938-1945 versus 1946-1953 en Finlandia indica que las personas más jóvenes han bebido alcohol con mayor frecuencia y también han tenido más borracheras a lo largo de su vida adulta (edad 22-61 años) y que la prevalencia de tales hábitos se ha mantenido aproximadamente al mismo nivel que las personas nacidas después de 1953.
De acuerdo a dichos hallazgos, los niveles de morbilidad y mortalidad fueron bastante estables para todas las personas a las que se les permitió comprar alcohol a los 18 años.
Los científicos también realizaron un análisis de sensibilidad entre personas de nacimiento aún más jóvenes, nacidos entre los años 1955 y 1957 y con edades entre 11 y 13 años en el momento de la reforma, a la edad mínima legal para beber, y no observaron nuevas tendencias crecientes en la morbilidad y mortalidad atribuibles al alcohol a la edad de 60 años.
Dichos datos implican que la adolescencia tardía es un periodo crucial para la exposición al alcohol o que hubo algún cambio abrupto y permanente en la cultura del consumo de alcohol de las personas más jóvenes, posiblemente causado por una mayor disponibilidad de alcohol.
La interpretación de la fase vulnerable estaría en línea con los hallazgos de tasas más altas de consumo excesivo de alcohol en los jóvenes observados en los Estados Unidos con edad mínima legal para beber más baja y que estos patrones de bebida permanecieron hasta la edad adulta.
Sin contar la legislación sobre la reducción a la edad mínima legal para beber, otros cambios de política en Finlandia aumentaron la disponibilidad de alcohol en 1969.
Lo que es más importante, se permitió la venta de cerveza de graduación media en las tiendas y se pudieron establecer tiendas de monopolio de alcohol en el campo.
Dichos cambios incrementaron el consumo de alcohol en toda la población, incluidas las personas afectadas por la reducción en la edad mínima legal para beber.
Las estimaciones de los científicos podrían reflejar en parte las consecuencias de dicho aumento general en la disponibilidad de alcohol, sobreestimando así el efecto de cambiar solo el límite de edad.
No obstante, si bien no pudieron evaluar directamente el efecto de la edad mínima legal para beber independientemente de otros factores que aumentaron la disponibilidad de alcohol, el hecho de que observaran diferencias entre las personas nacidas con solo unos pocos años de diferencia sugiere que la exposición temprana al alcohol es un determinante importante del daño relacionado con el alcohol, incluso décadas después.
Las personas de 20 años en el momento de la reforma fueron consistentemente menos vulnerables a sus consecuencias.
A fin de cuentas, las políticas que reducen el consumo de alcohol se consideran eficaces para reducir los daños a la salud relacionados con el alcohol, a nivel de la población.
Y los resultados obtenidos por los científicos indican que la edad mínima legal para beber también es una medida efectiva a largo plazo.
Tomando en consideración la gravedad que implican los resultados hallados por los científicos, hospitalizaciones atribuibles al alcohol y muertes prematuras antes de los 63 años, las connotaciones potenciales para la salud pública de los límites de edad más altos para beber parecen fuertes.
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