CALAMBRES MUSCULARES: ¿POR QUÉ OCURREN? ¿SOLO MOLESTOS O SÍNTOMAS DE ALGO MÁS GRAVE?

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Los calambres musculares son una de las dolencias más frecuentes tanto en consultas neurológicas como en la atención primaria.

En un grupo de estudiantes jóvenes que comenzaron recientemente una clase de ejercicio, se observó que hasta un 95% experimentó calambres musculares genuinos.

Por otro lado, estudios más recientes en pacientes adultos mayores ambulatorios revelaron que entre el 35% y el 60% padecen estos calambres, con un 40% de ellos reportando episodios frecuentes, más de tres veces por semana.

Los calambres musculares pueden ir desde un malestar leve y poco frecuente hasta ser el síntoma inicial de una enfermedad neurológica seria como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Un examen neurológico riguroso y una historia clínica completa suelen ser esenciales para distinguir entre las diferentes causas de estos episodios dolorosos.

La palabra «calambre» tiene su origen en el término «cram», que en el alto alemán antiguo y el noruego antiguo significaba apretar o comprimir incómodamente.

Todos hemos sentido ese apretón repentino y doloroso de un músculo, que puede durar unos segundos o minutos, a menudo acompañado por un nudo firme en el músculo afectado.

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Al reflexionar sobre este fenómeno, nos planteamos: ¿qué nos están diciendo realmente estos calambres musculares sobre nuestra salud?

Para aliviar un calambre muscular de forma rápida, estirar el músculo afectado o contraer su músculo antagonista puede ser muy efectivo.

En un electromiograma (EMG), la contracción involuntaria del músculo durante un calambre se manifiesta como una activación repetida y rápida de los potenciales de acción en las unidades motoras, con frecuencias que pueden alcanzar hasta 150 impulsos por segundo.

A medida que el calambre progresa, se activan más unidades motoras, y la frecuencia de sus descargas aumenta, para luego reducirse gradualmente con un patrón irregular al final del episodio, lo que se conoce como «descarga de calambre» en la terminología neuromuscular.

Esta contracción dolorosa acompañada de actividad eléctrica es lo que se denomina «calambre verdadero».

Este fenómeno no solo es doloroso, sino que también nos permite examinar con más detalle los complejos mecanismos eléctricos que controlan nuestros músculos, invitando a una reflexión sobre las estrategias para su prevención y tratamiento.

¿DÓNDE SE ORIGINAN REALMENTE LOS CALAMBRES MUSCULARES?

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Una cuestión crucial en la comprensión de los calambres musculares es determinar su origen.

Diversas evidencias apuntan a que estos episodios no se generan dentro del músculo, sino que tienen su raíz en descargas espontáneas de los nervios motores.

En primer lugar, los estudios de electromiografía (EMG) durante un calambre revelan una activación involuntaria y repetitiva de los potenciales de acción de las unidades motoras a frecuencias elevadas, lo que sugiere que no se trata de una actividad muscular espontánea.

Sumado a ello, el EMG también muestra fasciculaciones tanto al inicio como al final de los calambres, las cuales se originan en el nervio periférico.

Por último, se ha observado que la pérdida o daño en las neuronas motoras inferiores está asociada con la aparición de calambres, mientras que las enfermedades musculares no presentan esta relación.

Esto refuerza la idea de que los calambres provienen de los nervios motores.

Sin embargo, surge una nueva pregunta: ¿estas descargas eléctricas de alta frecuencia son impulsadas por el sistema nervioso central o se generan de manera espontánea en el sistema nervioso periférico?

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Aunque hay datos que respaldan ambas hipótesis, la evidencia actual parece inclinarse hacia un origen periférico.

El debate sobre el origen de los calambres musculares ha sido ampliamente respaldado por un estudio de electromiografía (EMG) realizado en 1957 por Norris y su equipo, que muchos neurólogos consideraron fundamental.

En este estudio, se observó que cuando sujetos sanos inducían calambres a través de la contracción forzada de un músculo acortado, se producía una activación simultánea de diversas unidades motoras.

Este hallazgo sugiere la existencia de un desencadenante proximal, presumiblemente de origen central.

Más aún, se evidenció que las descargas relacionadas con los calambres disminuían cuando los músculos antagonistas se contraían de forma voluntaria, lo que apunta a una inhibición refleja espinal mediada por el sistema nervioso central.

No obstante, es importante señalar que los mecanismos centrales no pueden provocar que las neuronas motoras descarguen a tasas superiores a 50 Hz, mientras que, durante los calambres musculares, las tasas de descarga frecuentemente alcanzan los 150 Hz.

Esto plantea un interesante dilema sobre la verdadera naturaleza de los calambres y su control neuromuscular.

La noción de que los calambres musculares tienen un origen periférico fue defendida por Denny-Brown, un pionero en el campo de la electromiografía.

Este investigador realizó dos observaciones cruciales: primero, notó que los calambres a menudo comienzan con fasciculaciones localizadas antes de extenderse a áreas adyacentes del músculo.

En segundo lugar, se dio cuenta de que estas fasciculaciones presentan una variedad de formas.

Si los impulsos eléctricos se generaran en un lugar más proximal, se esperaría que tuvieran un patrón de descarga uniforme y coherente, como ocurre en el caso de las descargas dobles o triples asociadas con el tétanos.

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Dado que las fasciculaciones se propagan a regiones cercanas del músculo, Denny-Brown razonó que el origen de los calambres debe estar en las terminaciones nerviosas intramusculares.

Por su parte, Lambert aportó pruebas contundentes sobre la posibilidad de que los calambres se generen en el sistema periférico.

En un experimento, indujo calambres en voluntarios al estimular repetidamente un nervio periférico, incluso después de un bloqueo nervioso completo. Más tarde, Bertolasi y su equipo confirmaron los hallazgos de Lambert y emplearon su metodología para investigar cómo el estiramiento muscular afecta la aparición de calambres.

Estos estudios no solo aportan claridad sobre el origen de los calambres, sino que también abren la puerta a nuevas preguntas sobre las formas en que el estiramiento y otros factores pueden moderar la experiencia de estos dolorosos espasmos.

La evidencia sugiere que el estiramiento muscular puede interrumpir de manera efectiva un calambre, ya sea provocado por la contracción voluntaria de un músculo acortado o por estimulación eléctrica en un nervio que ha sido bloqueado.

Este hallazgo indica que la acción del estiramiento es, en su mayoría, un fenómeno periférico en lugar de central.

Si bien no se puede descartar la posibilidad de que el sistema nervioso central tenga un papel en el ajuste de los umbrales de calambre de un nervio particular, los datos actuales se inclinan hacia una etiología que se origina en los nervios periféricos o en la unión neuromuscular.

¿QUÉ PROVOCA LOS CALAMBRES MUSCULARES? UN ANÁLISIS DE SU ETIOLOGÍA

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Los calambres musculares verdaderos son más que un simple inconveniente; pueden ser indicadores de problemas de salud más profundos.

Se asocian comúnmente con enfermedades que afectan las neuronas motoras inferiores y ciertos trastornos metabólicos que pueden comprometer la función muscular.

Sumado a ello, la pérdida aguda de volumen extracelular, que ocurre en situaciones como la deshidratación, puede desencadenar estos episodios.

También hay síndromes hereditarios que aumentan el riesgo de experimentar calambres, y algunos medicamentos tienen el potencial de inducirlos como un efecto secundario.

Lo más intrigante es que, en algunos casos, especialmente entre los adultos mayores, los calambres musculares ocurren sin una razón aparente, lo que plantea preguntas sobre los mecanismos subyacentes que podrían estar en juego.

COMPRENDIENDO LA INEXPLICABILIDAD DE LOS CALAMBRES

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Los calambres musculares nocturnos son un fenómeno frecuente entre las personas mayores, aunque pueden presentarse en individuos de cualquier edad.

Estas contracciones involuntarias suelen afectar principalmente los músculos de las pantorrillas o los pies, interrumpiendo el sueño de quienes las padecen.

Su causa exacta aún se desconoce, pero algunos expertos sugieren que podrían estar relacionadas con una ligera pérdida de neuronas motoras que inervan esos músculos, un proceso que podría asemejarse a lo que ocurre en pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), aunque de forma más lenta y prolongada.

Se ha documentado que aproximadamente el 25% de las neuronas motoras se pierden en la población adulta mayor, lo que podría contribuir a esta problemática.

Adicionalmente, los estudios han demostrado que la atrofia muscular es más significativa en las extremidades inferiores que en las superiores, lo que puede explicar la mayor frecuencia de calambres en las piernas.

Esta teoría sugiere que los adultos mayores que experimentan calambres en las piernas podrían presentar más evidencia de una leve reinnervación en los músculos de la pantorrilla en comparación con personas de la misma edad que no tienen estos síntomas.

Sin embargo, hasta el momento, este aspecto no ha sido investigado en profundidad.

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A pesar de que estos calambres nocturnos son generalmente benignos y no suelen conducir a enfermedades de las neuronas motoras ni causan discapacidades diurnas significativas, pueden afectar notablemente la calidad del sueño y, por ende, la calidad de vida de quienes los sufren.

Los calambres musculares están frecuentemente vinculados con la actividad física, especialmente cuando se inicia un nuevo programa de ejercicios.

Aunque pueden manifestarse durante la actividad, a menudo se presentan en el periodo de descanso posterior al ejercicio.

Un estudio realizado con estudiantes que recién se inscribieron en una clase de ejercicios reveló que el 95% de ellos experimentó calambres, aunque no se tiene claro si estos estudiantes estaban capacitados para distinguir entre calambres verdaderos y otros tipos de dolor muscular.

Por otra parte, hay quienes, incluso después de entrenamientos prolongados, enfrentan calambres recurrentes durante la actividad física, lo que puede obstaculizar su rendimiento.

Estos calambres relacionados con el ejercicio pueden ser consecuencia de diversos factores, como la deshidratación, cambios en los niveles de electrolitos o la acumulación de metabolitos en los músculos trabajados.

Sin embargo, establecer una diferencia clara entre estas causas ha sido un desafío.

Un estudio que comparó a corredores de maratón que sufrieron calambres durante la carrera con aquellos que no los experimentaron no encontró diferencias significativas en el volumen plasmático ni en los niveles de sodio o potasio en sangre.

Sumado a ello, se ha observado que algunos individuos con pantorrillas grandes y fasciculaciones benignas tienden a presentar calambres en las piernas con frecuencia.

Esto plantea interrogantes sobre si hay una relación entre la anatomía muscular y la propensión a sufrir calambres, un tema que merece ser investigado más a fondo.

CALAMBRES MUSCULARES Y NEURONAS MOTORAS: ¿CÓMO SE RELACIONAN?

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Diversas enfermedades que afectan la neurona motora inferior están vinculadas a la manifestación de calambres musculares.

Algunas de estas condiciones incluyen la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la poliomielitis recuperada, la neuropatía motora multifocal, lesiones en nervios periféricos, compresión de raíces nerviosas y polineuropatías.

Estos síndromes suelen presentar síntomas como atrofia muscular, debilidad y evidencia de denervación y reinnervación en los estudios electrodiagnósticos.

En el caso específico de la ELA, también se pueden detectar signos que indican afectación de la neurona motora superior, lo que permite diferenciar estos trastornos de otras posibles causas de calambres.

Es importante resaltar que, aunque los calambres no son exclusivos de la ELA, su incidencia parece ser mayor en esta enfermedad que en otros trastornos relacionados con la neurona motora inferior.

Esta observación invita a la reflexión sobre las conexiones entre estas condiciones y la fisiología del calambre.

¿Qué papel juegan los cambios en las neuronas motoras en la aparición de calambres?

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La investigación sobre la conexión entre los calambres y las enfermedades neuromusculares es crucial para entender mejor estos fenómenos y encontrar estrategias de manejo más efectivas.

La relación entre los calambres musculares y la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) sigue siendo un enigma que despierta curiosidad en la comunidad científica. Una posible pista sobre este misterio radica en la identificación temprana de la patología en la unión neuromuscular (NMJ). Recientes investigaciones realizadas en modelos de ELA en roedores y en un paciente humano han revelado cambios sorprendentes en la NMJ, incluso en etapas en las que no se observaba una pérdida proximal de axones.

Este hallazgo sugiere que los problemas en la NMJ podrían estar relacionados con la aparición de calambres.

Sumado a ello, la notable proliferación de brotes del nervio motor distal en casos de ELA podría ser un factor relevante, dado que la mayoría de los calambres parecen originarse en las terminales nerviosas.

Esto plantea importantes preguntas: ¿podría la disfunción en la NMJ ser un indicador temprano de la ELA? ¿Cómo influye esta condición en la manifestación de calambres musculares?

Estas interrogantes abren un espacio para la reflexión y el análisis crítico sobre las conexiones entre la ELA y los calambres, lo que podría llevar a nuevas vías de investigación en el campo neurológico.

¿QUÉ CAUSA LOS CALAMBRES MUSCULARES? LA INFLUENCIA DE LOS TRASTORNOS METABÓLICOS

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Durante el tercer trimestre del embarazo, un fenómeno común que afecta hasta al 30% de las mujeres es la aparición de calambres musculares en las piernas.

Aunque no se han identificado diferencias claras entre las mujeres que los padecen y las que no, su causa sigue siendo desconocida.

Se especula que estos calambres podrían estar relacionados con los cambios metabólicos característicos del embarazo, pero también existe la posibilidad de que sean consecuencia de la distorsión física de la unión neuromuscular (NMJ).

Este proceso podría ser un efecto secundario de la retención de líquidos y la laxitud articular que ocurren en las últimas etapas del embarazo.

Lo interesante es que estos calambres tienden a desaparecer después del parto, sugiriendo una relación directa con los cambios temporales que ocurren en el cuerpo durante la gestación.

Por otro lado, ciertos trastornos endocrinos, como las enfermedades tiroideas y el hipoadrenalismo, también se asocian con calambres.

En el caso de pacientes con hipotiroidismo, entre el 20% y el 50% reportan molestias musculares o calambres.

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En este contexto, los calambres pueden manifestarse de tres maneras distintas.

La primera es una desaceleración en la relajación muscular, que puede percibirse como rigidez o incluso detectarse clínicamente mediante un reflejo lento o «atorado».

La segunda manifestación es el mioedema, una contracción localizada del músculo provocada por irritación o distorsión física.

Al realizar una exploración física, la percusión sobre el músculo afectado puede revelar un nudo duro, comúnmente asociado con el mioedema, una contractura muscular que, a diferencia de otros espasmos, no muestra actividad eléctrica.

El tercer sintoma, en personas con hipotiroidismo, son calambres verdaderos, es decir, espasmos dolorosos y repentinos que interrumpen la actividad normal.

Por otro lado, los calambres nocturnos en las piernas son bastante comunes entre pacientes con uremia, afectando hasta al 50% de ellos.

Curiosamente, estos calambres no parecen estar relacionados con neuropatías causadas por la enfermedad renal en sí.

La hemodiálisis también puede desencadenar estos episodios de calambres, lo que añade una capa de complejidad a su manejo.

Sumado a ello, se ha observado que los pacientes con enfermedades hepáticas, como la cirrosis, experimentan con mayor frecuencia calambres musculares.

Un estudio sugiere que este fenómeno puede estar relacionado con la reducción del volumen intravascular, una característica común en estos pacientes.

De hecho, en un ensayo, la infusión de albúmina humana redujo significativamente la aparición de calambres en pacientes cirróticos, en comparación con un placebo, demostrando que esta intervención puede ser útil para aquellos que sufren más de tres episodios de calambres por semana.

Cuando se realiza actividad física intensa en condiciones de calor extremo y se reponen los líquidos solo con agua, se ha observado una fuerte relación con la aparición de calambres musculares.

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Este fenómeno, conocido como calambres por calor, ha sido ampliamente documentado en mineros, bomberos, trabajadores del campo, deportistas y otros profesionales que no están acostumbrados a altas temperaturas.

Los calambres suelen afectar a los músculos que han estado sometidos a mayor esfuerzo, aunque en realidad, pueden presentarse en cualquier grupo muscular.

Lo interesante es que estos calambres no solo ocurren durante la actividad física, sino que pueden aparecer hasta 18 horas después.

Los estudios indican que las personas que experimentan calambres por calor a menudo presentan una pérdida significativa de volumen y una baja concentración de sodio en sangre (hiponatremia).

En este contexto, tomar tabletas de sal durante la actividad física puede ser una medida preventiva eficaz.

Para aquellos que ya han desarrollado calambres, la administración de solución salina intravenosa ha demostrado ser una forma efectiva de aliviar los síntomas, mientras que la dextrosa hipertónica no ofrece el mismo resultado.

Esto refuerza la idea de que los calambres por calor son provocados tanto por la pérdida de líquidos como por el desequilibrio de sodio en el cuerpo.

DEPLECIÓN AGUDA DEL VOLUMEN EXTRACELULAR: ¿CÓMO PROVOCA CALAMBRES MUSCULARES?

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Alrededor de un tercio de los pacientes sometidos a hemodiálisis experimentan calambres musculares, un síntoma molesto que suele manifestarse hacia el final del tratamiento.

Curiosamente, estos calambres pueden aliviarse mediante la expansión del volumen con soluciones de dextrosa hipertónica o solución salina, lo que sugiere que el factor clave no es tanto el cambio en los niveles de sodio, sino más bien el aumento en el volumen plasmático.

Para reducir la aparición de estos episodios, en ocasiones se recurre a una técnica conocida como perfil de sodio, que consiste en variar el contenido de sodio en el líquido de diálisis a lo largo del procedimiento.

Este enfoque ayuda a preservar el volumen de plasma durante las etapas finales de la diálisis y ha demostrado ser efectivo en disminuir la frecuencia de calambres en algunos casos.

Al igual que los calambres por calor, cualquier reducción aguda del volumen extracelular puede desencadenar calambres musculares. Esto sucede en situaciones de sudoración excesiva, diarrea, vómitos, o cuando se utilizan diuréticos.

Un caso notable involucró la aparición de calambres severos durante la infusión intravenosa de dextrosa al 10% en agua, donde, probablemente, la infusión provocó un rápido desplazamiento de agua del compartimento extravascular al intravascular.

Esta alteración en la distribución de fluidos parece ser un factor clave en la aparición de los calambres en estas circunstancias.

¿TUS CALAMBRES MUSCULARES SON CAUSADOS POR MEDICAMENTOS? CONOCE LAS POSIBLES RAZONES

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La relación entre los calambres musculares y ciertos medicamentos sigue siendo un tema difícil de abordar, en parte debido a lo complicado que resulta distinguir los verdaderos calambres de otros tipos de dolor muscular.

A pesar de ello, algunos fármacos que causan miopatía, como las estatinas (utilizadas para reducir el colesterol), los agonistas beta-adrenérgicos y el clofibrato, tienden a causar dolores musculares.

En cuanto a los diuréticos, su asociación con los calambres parece estar más relacionada con su acción principal de depleción de volumen que con un efecto secundario no intencionado del medicamento.

FASCICULACIONES Y CALAMBRES MUSCULARES: CLAVES PARA ENTENDER EL SÍNDROME QUE LOS VINCULA

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Las fasciculaciones benignas no suelen estar acompañadas de calambres musculares frecuentes, y lo mismo ocurre a la inversa: las personas con calambres musculares de origen desconocido no suelen experimentar fasciculaciones de manera significativa.

Sin embargo, estos dos síntomas pueden coincidir en enfermedades como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

En 1991, Tahmoush y su equipo denominaron «síndrome de calambres y fasciculaciones» a un grupo de pacientes que sufrían de calambres, dolor muscular y rigidez, exacerbados por el ejercicio.

A pesar de que sus exámenes neurológicos eran normales, con excepción de las fasciculaciones, 8 de los 9 pacientes originales presentaban síntomas tan debilitantes que les impedían trabajar.

El electromiograma (EMG) ha mostrado la presencia de fasciculaciones frecuentes, y cuando se realizó una estimulación nerviosa repetitiva, se observaron «chorros de potenciales eléctricos», conocidos como descargas posteriores.

Sin embargo, la especificidad de estas descargas sigue siendo un enigma.

Curiosamente, la aplicación de curare logró eliminar tanto las fasciculaciones como los potenciales eléctricos anormales, a diferencia de un bloqueo nervioso que no tuvo el mismo efecto.

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Recientemente, se han identificado anticuerpos en la sangre de algunos pacientes que son sensibles a los canales de potasio dependientes de voltaje, los cuales cumplen con los criterios para este trastorno.

Al igual que en otros casos de calambres musculares, la carbamazepina ha demostrado ser eficaz en su tratamiento.

No obstante, todavía persiste la pregunta de cuán diferentes son estos pacientes en comparación con aquellos que sufren de calambres de origen desconocido.

INVESTIGANDO EL SÍNDROME DE SATOYOSHI: ¿CÓMO SE RELACIONAN LOS CALAMBRES MUSCULARES?

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En 1978, el doctor Satoyoshi presentó un estudio sobre 15 pacientes que padecían un trastorno progresivo, el cual se manifestaba con calambres musculares intermitentes y dolorosos, acompañados de síntomas como alopecia, diarrea y anomalías en el sistema esquelético.

En el grupo analizado, la edad promedio de aparición de los síntomas era de 10 años, aunque también se han documentado casos que iniciaron en la edad adulta.

Las mujeres, en particular, reportan frecuentemente amenorrea como una de sus quejas. Los calambres musculares suelen comenzar en las extremidades y, a medida que la enfermedad avanza, se extienden a los músculos del cuello, el tronco e incluso los músculos masticatorios.

Este trastorno ha llevado a considerar una posible etiología autoinmune, y se ha observado que algunos pacientes responden positivamente a tratamientos inmunosupresores.

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Se han documentado casos de calambres musculares generalizados en diversas familias que presentan una herencia autosómica dominante.

En estos grupos familiares, los calambres musculares tienden a manifestarse inicialmente durante la adolescencia, momento en el cual su severidad es notablemente mayor.

Sumado a ello, se ha observado que las enzimas musculares presentan ligeras elevaciones.

En el análisis de dos de estas familias, se encontraron indicios a través de estudios de electromiografía (EMG) y biopsias musculares que apuntaban a un origen neurogénico de los síntomas.

En el caso de una familia en particular, la biopsia muscular reveló características que coincidían con una miopatía.

CÓMO TRATAR LOS CALAMBRES MUSCULARES: MÉTODOS Y SOLUCIONES

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La identificación y tratamiento de un trastorno metabólico o estructural que cause calambres musculares es fundamental.

No obstante, muchas veces la raíz del problema no se revela con claridad o, lamentablemente, resulta irreversible.

Esto lleva a los científicos la necesidad de buscar y aplicar diferentes enfoques terapéuticos que puedan aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.

Los científicos enfrentan el reto constante de desarrollar nuevas estrategias terapéuticas que ayuden a aliviar los calambres musculares y mejoren la calidad de vida de quienes los padecen.

Para esto, se exploran diferentes enfoques, con la esperanza de encontrar soluciones eficaces que puedan reducir tanto la frecuencia como la intensidad de estos episodios.

CALAMBRES MUSCULARES: TRATAMIENTOS NO FARMACOLÓGICOS QUE REALMENTE FUNCIONAN

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Es posible que muchas personas ya hayan comenzado a aplicar un tratamiento no farmacológico habitual y efectivo para aliviar los calambres musculares agudos: estirar el músculo que presenta el calambre y activar los músculos antagonistas.

Este método ha demostrado ser eficaz para detener la mayoría de los calambres.

A partir de la observación de que estirar alivia los calambres agudos y que los calambres inducidos experimentalmente no se producen en músculos alargados, se ha explorado el estiramiento como una estrategia preventiva.

Un estudio reveló que 44 pacientes instruidos para estirar sus pantorrillas tres veces al día lograron una notable reducción de los calambres nocturnos en las piernas.

Este tratamiento, que es simple y de bajo riesgo, debería ser la primera opción recomendada para quienes padecen calambres.

Realizar estiramientos antes de hacer ejercicio podría ser una técnica eficaz para prevenir los calambres musculares durante la actividad física, aunque este enfoque no ha sido objeto de un estudio formal hasta ahora.

Para quienes experimentan calambres nocturnos benignos en los músculos del pie y la pantorrilla, una estrategia alternativa podría ser el uso de férulas para el pie durante la noche, lo que permitiría un estiramiento pasivo del músculo de la pantorrilla.

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Sin embargo, hasta donde sabemos, no existe evidencia científica que respalde esta práctica.

También es crucial tener en cuenta el riesgo de caídas en personas que suelen levantarse durante la noche con calzado incómodo.

El entrenamiento de fortalecimiento ha demostrado ser efectivo en mejorar la fuerza de los pacientes mayores.

No obstante, surge una pregunta interesante: ¿realmente experimentan menos calambres musculares? Por otro lado, se ha observado que el ejercicio leve a moderado puede ser un aliado en la prevención de calambres durante el embarazo.

Un enfoque relevante para combatir los calambres derivados de la pérdida de líquidos durante la actividad física es el uso de bebidas deportivas, que están diseñadas para reponer tanto líquidos como electrolitos.

Curiosamente, se ha comprobado que añadir sodio (50 mmol/L) a la reposición de líquidos puede maximizar la retención de estos, aunque la mayoría de las bebidas deportivas disponibles en el mercado contienen niveles más bajos de sodio (entre 10 y 25 mmol/L) para hacerlas más agradables al paladar.

Esta baja concentración de sodio puede ofrecer solo un leve beneficio en comparación con el agua.

Por tanto, una estrategia más efectiva podría ser combinar la ingesta de agua con alimentos que contengan sal, ya que esta mezcla podría resultar ser la mejor manera de reemplazar los líquidos perdidos y, por ende, ayudar a prevenir los calambres relacionados con el ejercicio.

TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO DE LOS CALAMBRES MUSCULARES: ¿QUÉ OPCIONES EXISTEN?

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El sulfato de quinina ha sido durante mucho tiempo la base del tratamiento farmacológico para los calambres musculares, aunque su uso se ha puesto en duda debido a los efectos secundarios preocupantes.

Originalmente, la quinina se utilizaba principalmente para tratar enfermedades febriles como la malaria.

No obstante, en la década de 1930, Wolf descubrió que este compuesto era altamente efectivo para aliviar los síntomas de pacientes con distrofia miotónica, aunque en pacientes con miastenia gravis su uso empeoraba la condición.

El mecanismo de acción de la quinina se basa en alargar el período refractario del músculo y reducir la excitabilidad de la placa motora frente a la estimulación nerviosa.

A partir de este hallazgo, se comenzó a administrar sulfato de quinina a personas que padecían calambres nocturnos, con resultados prometedores.

De hecho, el primer estudio clínico realizado, aunque de tipo ciego, mostró un alivio significativo.

Desde entonces, se han llevado a cabo numerosos ensayos clínicos que respaldan su eficacia, aunque muchos de ellos incluyeron un número reducido de pacientes y períodos de tratamiento relativamente cortos.

En 1995, los investigadores Man-Son-Hing y Wells realizaron un metaanálisis de seis ensayos cruzados, doble ciego, en el que participaron 107 pacientes ambulatorios.

Los resultados fueron claros: aquellos tratados con sulfato de quinina experimentaron alrededor de ocho calambres musculares menos y reportaron un tercio menos de noches interrumpidas por calambres en un periodo de 4 semanas, en comparación con los pacientes que recibieron placebo.

Tres años más tarde, en 1998, los mismos investigadores ampliaron su análisis, incorporando no solo cuatro ensayos adicionales publicados, sino también tres estudios no publicados, lo que elevó el número de participantes a 659.

Aunque la conclusión general fue la misma, el sulfato de quinina reduce los calambres en comparación con el placebo, los datos no publicados disminuyeron la magnitud del efecto.

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En este nuevo análisis, los pacientes tratados con quinina reportaron 3.6 calambres menos en el mismo periodo de tiempo, pero también se observó un mayor abandono de los estudios y un aumento de los efectos secundarios, especialmente tinnitus.

Un estudio reciente realizado en Alemania, que incluyó a 98 pacientes en centros de atención general, también apoya la eficacia del sulfato de quinina para reducir los calambres musculares en comparación con el placebo.

Lo interesante de este ensayo es que no se encontraron diferencias significativas en cuanto a los efectos secundarios entre los dos grupos.

A pesar de que los ensayos clínicos han mostrado una baja incidencia de efectos secundarios, fue precisamente este perfil de riesgos lo que llevó a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) a prohibir las formulaciones de sulfato de quinina sin receta en 1994.

Posteriormente, en 1995, la FDA recomendó no utilizarlo para tratar los calambres musculares, alegando que el equilibrio entre riesgos y beneficios era inaceptable.

Entre 1969 y 1992, la FDA recibió 157 informes sobre problemas de salud relacionados con el uso de sulfato de quinina, 23 de los cuales resultaron en muerte.

El sulfato de quinina puede ser tóxico en concentraciones de 5-10 mg/L, una condición conocida como cinchonismo, que toma su nombre de la corteza del árbol de quina, de donde proviene originalmente la quinina.

Los síntomas del cinchonismo incluyen trastornos temporales de la visión y la audición, mareos, fiebre, náuseas, vómitos y diarrea.

En casos graves, cuando los niveles superan los 10 mg/L, la ceguera puede ser permanente.

Un efecto secundario especialmente preocupante, y que no está relacionado con los niveles en sangre, es la trombocitopenia inducida por medicamentos, un trastorno grave que puede ser difícil de asociar con el uso de quinina.

Además, el sulfato de quinina puede interactuar con varios medicamentos, como la Warfarina, amplificando sus efectos.

Aunque sigue siendo efectivo para algunos, los riesgos asociados a su uso podrían superar los beneficios.

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La fisiopatología de los calambres musculares, como se ha descrito, destaca la hiperexcitabilidad de los nervios periféricos.

Esto sugiere que reducir dicha excitabilidad con fármacos que bloquean los canales de sodio, como los anticonvulsivos carbamazepina y fenitoína, podría ser una estrategia efectiva.

Sin embargo, estos medicamentos aún no han sido estudiados de manera formal en la prevención de calambres musculares.

Un estudio a pequeña escala comparó los efectos del sulfato de quinina en 12 pacientes con los de inyecciones de lidocaína en la pantorrilla en otros 12 pacientes, encontrando una reducción similar en la frecuencia de calambres en ambos grupos.

A pesar de estos resultados, este tipo de tratamiento no resulta práctico para abordar calambres de manera rutinaria.

Sumado a ello, el uso de parches de lidocaína no parece ser una solución eficaz, ya que es poco probable que la sustancia penetre lo suficientemente profundo en los tejidos musculares para generar un efecto positivo.

Un ensayo no ciego realizado en 30 pacientes reveló que la gabapentina, un anticonvulsivo, fue extremadamente eficaz en la reducción de los calambres musculares, con todos los participantes sin episodios de calambres después de tres meses de tratamiento.

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En el caso de las mujeres embarazadas en su tercer trimestre, que suelen experimentar calambres musculares, las opciones terapéuticas son limitadas debido a los posibles efectos adversos del sulfato de quinina y los anticonvulsivos sobre el feto.

Algunos estudios han evaluado la suplementación con calcio, sodio y magnesio, siendo el magnesio el más prometedor para la prevención de calambres, aunque esta conclusión se basa en un único estudio controlado con placebo.

Más aún, otro ensayo en 46 mujeres no embarazadas con calambres nocturnos en las piernas mostró solo un beneficio marginal con el uso de magnesio.

La toxina botulínica actúa bloqueando la liberación de acetilcolina en la unión neuromuscular, lo que induce una relajación muscular.

Bertolasi y su equipo de investigadores probaron este tratamiento en un pequeño grupo de personas con síndrome de calambres hereditario, inyectando la toxina en los músculos de la pantorrilla y el pie.

Los resultados fueron positivos, con una reducción notable de los calambres y sin afectar la fuerza muscular de la pantorrilla.

Sin embargo, una limitación del estudio es que no se incluyó un grupo placebo, lo que deja abierta la posibilidad de que otros factores pudieran haber influido en los resultados.

Un estudio realizado en pacientes sometidos a hemodiálisis reveló que el uso de monohidrato de creatina redujo la frecuencia de calambres musculares en un 60%.

En esta investigación participaron 20 personas, 10 de las cuales recibieron creatina y otras 10 un placebo.

Sorprendentemente, no se observaron efectos secundarios adversos en quienes tomaron creatina, ni diferencias significativas en los niveles de hematocrito, parámetros hemodinámicos o electrolitos entre los grupos.

Sumado a ello, otra opción que podría ofrecer alivio en los calambres relacionados con la hemodiálisis es la infusión de l-carnitina.

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En otro contexto, un estudio realizado en 38 jugadores de fútbol universitarios también señaló una disminución de los calambres en aquellos que consumieron creatina.

En pacientes que no responden al tratamiento tradicional con sulfato de quinina, Baltodano y su equipo observaron resultados sorprendentes al usar verapamilo, un bloqueador de los canales de calcio, logrando una respuesta favorable en 7 de los 8 participantes.

Este hallazgo ha sido respaldado por otros estudios, lo que sugiere que verapamilo podría ser una alternativa prometedora.

Más aún, hay informes anecdóticos sobre la efectividad del baclofeno para tratar calambres en enfermedades que afectan las neuronas motoras, lo que abre nuevas posibilidades en este campo.

Otro tratamiento que ha generado interés es la vitamina E.

En personas con enfermedades hepáticas o cirrosis, Konikoff y su equipo identificaron una conexión entre niveles bajos de vitamina E y la aparición de calambres, logrando reducir su frecuencia mediante la suplementación con vitamina E.

En un estudio realizado en pacientes en hemodiálisis, la vitamina E mostró ser tan efectiva como el sulfato de quinina para combatir los calambres en las piernas.

Sin embargo, un ensayo con 27 personas que padecían calambres nocturnos en las piernas no encontró beneficios significativos de la vitamina E, mientras que el sulfato de quinina sí demostró ser eficaz.

Aunque los estudios en esta área son limitados, la evidencia actual sugiere que la vitamina E podría ser beneficiosa para quienes padecen enfermedades hepáticas o renales, pero su efectividad en otros tipos de calambres aún es incierta.

En un análisis reciente llevado a cabo en seis centros médicos de Estados Unidos, se investigó el manejo de los calambres musculares en pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Los resultados revelaron que el 62% de los pacientes padecían este síntoma, el cual, a diferencia de las fasciculaciones, resultaba muy molesto para el 90% de los afectados.

Los fármacos más comúnmente prescritos para aliviar estos calambres fueron el sulfato de quinina (35%), seguido por baclofeno (19%), fenitoína (10%) y gabapentina (7%).

En cuanto a la percepción de su efectividad, baclofeno, fenitoína y gabapentina fueron evaluados por los pacientes como “funcionaron a veces o un poco” y “funcionaron, pero no bien”, mientras que el sulfato de quinina obtuvo mejores resultados, alcanzando una valoración entre “funcionó, pero no bien” y “funcionó bastante bien”, lo que sugiere que podría ser una opción preferida para el manejo de los calambres en pacientes con ELA.

¿Qué tratamiento es el más adecuado para los calambres musculares? Un hallazgo sorprendente en los ensayos clínicos es el fuerte efecto del placebo, que muestra tasas de respuesta entre el 40% y el 50%.

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Este dato sugiere que incluso un placebo puede ofrecer alivio, pero también recalca la importancia de realizar ensayos bien diseñados, doble ciego, aleatorizados y controlados con placebo para evaluar con precisión las terapias.

Sin embargo, como se mencionó antes, son pocos los estudios de este tipo que se han llevado a cabo para tratar los calambres musculares.

Dado que los calambres son molestos, pero generalmente inofensivos, una opción inicial recomendada podría ser realizar ejercicios de estiramiento tres veces al día, especialmente antes de dormir y de hacer ejercicio.

Aunque faltan estudios que lo respalden, estirar pasivamente los músculos de las pantorrillas durante el sueño podría ser una medida efectiva, e incluso se podrían usar dispositivos nocturnos que mantengan los músculos en estiramiento.

Sumado a ello, asegurarse de estar bien hidratado y nutrido puede ayudar a prevenir calambres que estén relacionados con la deshidratación.

Cuando las estrategias iniciales no logran aliviar los calambres musculares persistentes, es momento de considerar el uso de fármacos bloqueadores de los canales de sodio, como la carbamazepina o la fenitoína.

Según la experiencia de los investigadores, estos medicamentos suelen ser eficaces y, en muchos casos, se pueden administrar en dosis bajas antes de dormir.

Aunque el sulfato de quinina no se utiliza de manera rutinaria debido a su perfil de efectos secundarios, su aplicación podría estar justificada en situaciones de calambres severos.

Sin embargo, es importante destacar que tanto la carbamazepina como la fenitoína también presentan efectos secundarios, algunos de ellos graves.

Hasta ahora, no se ha llevado a cabo un estudio formal que evalúe el perfil de riesgo y beneficio de estos fármacos en el tratamiento de calambres musculares.

Para las pacientes embarazadas, un ensayo con magnesio podría ser una alternativa válida.

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