Redes Neuronales: responsables del apego interpersonal y las adicciones

Las redes neuronales se encargan, normalmente, de generar y sostener los vínculos cruciales entre los seres humanos, pero también podrían estar detrás del apego interpersonal y las adicciones, de acuerdo a la observación a la que se ha adherido la neurociencia en los últimos años.

Los datos y teorías emergentes de los campos de la evolución antropológica y la neurociencia social, propuestos por Harari y otros, proporcionan una historia convincente de cómo los humanos han sido evolutivamente exitosos y dominantes en nuestro planeta.

Debido a nuestras capacidades cerebrales excepcionalmente poderosas para crear y mantener vínculos sociales y cohesión grupal (mediante la invención, la comunicación y proyección de ficciones imaginarias compartidas).

El homo sapiens es capaz de propiciar acciones concertadas en una escala y grado de potencia excepcionales, superando los límites de tiempo y geografía que constriñen a todas las demás especies.

Son indiscutibles nuestras capacidades de lenguaje, pensamiento abstracto, cognición social y nuestro impulso para formar y mantener vínculos sociales, mucho antes de que nos hicieran tan poderosos.

Como para destruir colectivamente el planeta mediante una guerra nuclear o la constante contaminación del ambiente, o pensando en términos opuestos, ser capaces de llegar a la luna; han sido claves para nuestro éxito evolutivo.

En el punto actual, comprender como nuestras redes neuronales que permiten nuestros dones de cognición social y apego también podrían ser nuestro “Talón de Aquiles” en términos de vulnerabilidad a las enfermedades mentales y la adicción, se ha convertido en una nueva e importante frontera en la neurociencia psiquiátrica.

Dinámica Cerebral: Cómo las redes neuronales modulan el apego interpersonal y las tendencias adictivas

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La adicción a las drogas es una enfermedad del desarrollo neurológico centrada principalmente en los circuitos motivacionales del cerebro.

Tanto los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM, por sus siglas en inglés) como la investigación básica sobre la adicción apuntan a alteraciones patológicas acumulativas en la conducta motivada y a cambios biológicos en el centro de control motivacional clave del cerebro, el núcleo accumbens (NAC; o estriado ventral) como elementos centrales del proceso de adicción.

El NAC puede entenderse como la principal red neuronal del cerebro que almacena, procesa y crea representaciones motivacionales que guían, secuencian y seleccionan los programas conductuales que llevamos a cabo.

Cuando estamos sanos, nuestro sistema motivacional nos permite organizar y ejecutar secuencias de comportamiento que nos ayudan de manera óptima a explorar el mundo, conseguir recursos, reproducirnos, cuidar de nuestros hijos y hacerlo todo de nuevo.

Dicho esto, el NAC es la sede neurobiológica de nuestra “fuerza de voluntad” y es un motor neurobiológico primario que impulsa nuestra voluntad de sobrevivir.

Dado el grado en que nuestro comportamiento social y motivo de cohesión han sido tan cruciales para nuestro éxito evolutivo, no debería sorprender que una porción sustancial de la función y el espacio biofísico del NAC y su conectividad con otras regiones del cerebro estén dedicados a la mediación de las relaciones sociales, es decir, la formación y el mantenimiento de vínculos “conespecíficos”, dicho en otras palabras, de humano a humano.

De dicha manera, podemos comenzar a apreciar que, de la misma forma que las personas se sienten apegadas a sus familias de origen, o cómo adquieren nuevas parejas románticas, la adquisición y el mantenimiento de la drogadicción probablemente podrían entenderse como una explotación farmacológica de mecanismos biológicos, que normalmente ocasionan apegos entre amigos, familiares y amantes.

Los paralelismos entre enamorarse y volverse adicto son significativos.

Las primeras etapas en ambos casos están marcadas por excitación, euforia y preocupaciones crecientes con el objeto de amor (persona/droga), incluido un deseo creciente de estar cerca y, de una u otra forma, consumir, ser consumido por o fusionarse con la persona/droga.

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En etapas más avanzadas, separación y retirada de la “persona/droga” se correlaciona con una sensación de pérdida, disforia, cambios en el sueño y el apetito, y anhelo, todo ello unido a esfuerzos vigorosos por reestablecer el acceso a la “persona/droga”.

Reconocer dichas situaciones paralelas nos lleva a examinar más de cerca hasta qué punto la adicción no es sólo una enfermedad del sistema motivacional, sino una enfermedad del sistema de apego social del cerebro.

Por lo que los científicos comenzaron a realizarse ciertas preguntas: ¿Podría ser todo lo que es? ¿Podría la adicción ser una enfermedad puramente de los sistemas que controlan el apego y median el comportamiento social complejo?

No obstante, la evidencia hallada indica que no es probable que funcione de esa forma.

La investigación en animales transespecies sobre la adicción muestra que las drogas que resultan adictivas para los humanos, los monos y otros mamíferos también refuerzan a animales de orden mucho menor, como los gusanos C. elegans, que tienen cerebros con sólo 302 neuronas y no muestran nada parecido a la complejidad y el poder del comportamiento social de los mamíferos. 

Sumado a ello, cuando los animales o las personas adquieren adicción a las drogas, la enfermedad puede ser bastante amplia en términos de sus efectos destructivos.

Se ve afectado mucho más que el comportamiento y las obligaciones sociales.

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En la adicción grave, el individuo puede experimentar una pérdida integral de la conducta motivada que abarca los dominios de función social y ocupacional, sin mencionar que puede sufrir graves daños psiquiátricos y somáticos.

En último término, los mecanismos biológicos implicados en la adicción son claramente más generales que los implicados específicamente en el comportamiento social y el apego.

Por citar un caso, la liberación farmacológica de dopamina (DA) en el NAC producida esencialmente por todos los principales tipos de drogas adictivas, imita la liberación de DA activada endógenamente que se produce en respuesta a una amplia variedad de estímulos motivadores y reforzadores naturales, incluidos la comida, el sexo, ganar juegos, el estrés, la novedad e interacción social.

Pero con dichas advertencias en mente, la conexión entre adicción y apego social se vuelve bastante convincente incluso en el nivel epidemiológico al considerar cómo las adicciones se propagan o retroceden como epidemias contagiosas.

Cómo diferentes poblaciones son diferencialmente vulnerables a la adicción, o diferencialmente resistentes a ella, o responden al tratamiento.

Desde hace mucho tiempo es de dominio público que la presión de grupo propaga la experimentación con drogas entre adolescentes que también están biológicamente preparados para adquirir enfermedades adictivas, mientras que sus repertorios de comportamiento motivacional se expanden rápidamente para asumir roles sociales, ocupacionales y roles sexuales.

Adicionalmente, en consumidores de drogas de todas las edades, el uso, el intercambio y la venta de drogas a menudo ocurre en un contexto o red altamente social (por ejemplo, en una fiesta), o más exclusivamente, en subgrupos autoseleccionados que se separan del grupo más grande.

A las personas no sólo les gusta consumir drogas y alcohol, sino que les gusta hacerlo juntas y tienden a difundir estos “recursos” a otras personas a las que están apegados o quieren estar apegados.

Quizás, esto sea una manifestación del comportamiento de los mamíferos primitivos (por ejemplo, donde el clan se reúne para compartir los recursos consumibles), y algo más neurobiológicamente complejo, a modo de ilustración, como una mezcla sinérgica de procesos de recompensa cerebral social o sexual con el refuerzo del consumo de drogas.

De cualquier forma, el consumo de drogas se propaga fácilmente mediante los andamios de las redes sociales humanas, hasta el punto de que la epidemiología de los “brotes” de consumo de drogas puede parecer significativamente similar e incluso acompañar a los brotes de enfermedades infecciosas, que a menudo también se propagan a través de contactos sociales.

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Dichas dinámicas sociales también influyen en el nivel de éxito de las personas que intentan dejar de consumir.

Los pacientes que persisten en vivir con familiares drogas activamente son más inflexibles al tratamiento.

En paralelo, un mecanismo terapéutico importante de Alcohólicos Anónimos (AA) y las variantes profesionalizadas de los grupos de 12 pasos probablemente implica el ofrecimiento de apoyo social y la recompensa que conlleva no consumir.

Siendo un área clave de la investigación sobre el tratamiento de la adicción que se relaciona con el comportamiento social de los pacientes se centra en la necesidad de que los equipos puedan determinar qué indicadores del paciente predicen mejor la respuesta clínica.

Dicha área de investigación sobre adicciones, que se ha vuelto cada vez más importante dada la escasez de recursos, infraestructura y profesionales para el tratamiento que hay actualmente en proporción a la vasta necesidad clínica insatisfecha, ha ocasionado una observación replicada de que el estilo de apego de los pacientes y su capacidad para la vinculación con su equipo de tratamiento es un determinante importante de su capacidad para recuperarse con éxito.

Los pacientes con una variedad de enfermedades mentales que afectan sus funciones de apego son biológicamente más vulnerables a adquirir adicción y desarrollar formas más graves de la enfermedad.

Al mismo tiempo, no todas las enfermedades psiquiátricas que producen déficits en la interacción social y/o apego siempre empeoran la vulnerabilidad a la adicción y, de hecho, podrían tener el efecto contrario.

Un ejemplo de esto son los trastornos del espectro autista, los cuales pueden ofrecer cierta protección contra la adicción.

Resulta evidente que las conexiones causales entre la patogénesis de la adicción, las enfermedades mentales y las anomalías del apego son reales, pero bastante complejas y matizadas.

Dinámica neurobiológica de las Redes Neuronales: Cómo el apego y la adicción se entrelazan

El circuito central del cerebro involucrado en el aprendizaje y control motivacional, el NAC, es un lugar clave donde tiene lugar la patogénesis de la adicción.

Tener la capacidad de comprender cómo funciona la motivación y qué roles desempeña el NAC en relación con otras estructuras límbicas clave involucradas en el comportamiento social puede ayudarnos a comenzar a vincular las alteraciones del apego con la patogénesis de la adicción.

La programación motivacional que tiene lugar en el NAC está fuertemente regulada e informada por entradas directas de la corteza prefrontal (PFC), la amígdala (AMY) y el hipocampo ventral.

En dicha arquitectura, las funciones de toma de decisiones ejecutivas y control de impulsos de la PFC se integran con estados emocionales y recuerdos afectivos percibidos/generados/representados por la AMY, junto con la información de la memoria contextual proporcionada por el hipocampo ventral (VHIP), todo en nombre de generar un “estado óptimo” en el código de representación motivacional dentro del NAC.

A su vez, dicho código motivacional invoca, selecciona, secuencia y dirige códigos de representación motora que se generan, almacenan, modifican y ejecutan dentro del cuerpo estriado dorsal, que en última instancia activa el sistema motor piramidal (corteza motora/neuronas motoras periféricas) para producir programas conductuales.

Dentro del NAC, existen una gran cantidad de códigos motivacionales que se almacenan y pueden “llamarse a la acción”.

Algunos de estos códigos motivacionales están más orientados hacia el comportamiento social (como caso ilustrativo, la motivación para estar cerca e interactuar con los seres queridos), mientras que otros están más orientados hacia el comportamiento ocupacional (por citar un caso, la motivación para dejar a nuestra familia para ir a un viaje de trabajo remunerado).

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Por lo tanto, los diferentes tipos o clases de motivación pueden o no estar en algún grado de competencia entre sí.

En el proceso de la adicción a las drogas, una acumulación de efectos adictivos dentro del NAC produce una introducción patológica y una progresión de un fuerte deseo (motivación) de adquirir y consumir las drogas adictivas.

Pero dicha motivación casi siempre va acompañada de algún grado de motivación aún saludable que el individuo también alberga para dejar de consumir, por ejemplo, de acuerdo con los criterios del DSM para la adicción como consumo continuo de drogas a pesar de deseos o intentos competitivos de reducirla o dejarla.

Cuando estas dos motivaciones (consumir versus no consumir) están en competencia el paciente con adicción lo percibe en su mente y el medico lo observa como ambivalencia.

De manera similar, las personas que están en una relación sobre la cual tienen “sentimientos encontrados”, cargan con una ferviente pregunta con respecto al apego, como lo señala la banda de punk The Clash en su icónica canción: “Should I stay or should I go.” (¿Debería quedarme o debería irme?).

Entonces, así como la formación y el mantenimiento del vínculo interpersonal se parecen a la adicción a las drogas, deberíamos observar sus neurocircuitos y sistemas de neurotransmisores compartidos para descubrir nuevas intervenciones preventivas y de tratamiento.

Dentro del circuito PFC-NAC-AMY-VHIP, que los datos de neuroimagen funcional indican que está involucrado en la experiencia del amor romántico, es conocido por los científicos que la neurotransmisión DA es muy importante ya que media los efectos neuroplásticos esenciales de todas las drogas adictivas (nicotina, alcohol, opioides, cocaína y anfetaminas).

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La dopamina es un facilitador y “escultor” clave de los aspectos moleculares, eléctricos (es decir, fisiológicos) y morfológicos (por ejemplo, formas y densidades de dendritas y espinas) de la neuroplasticidad dentro del NAC.

Dicho de otra manera, el eflujo de dopamina no solo señala la presencia de información motivacionalmente destacada en el NAC, sino que también cambia la función, estructura y arquitectura de conectividad de las neuronas NAC.

Dichos cambios, a su vez, afectan la forma en que el NAC “lee” y procesa las entradas de PFC, AMY y VHIP y, por lo tanto, la forma en que el NAC se comunica con las estructuras de salida del motor estriado aguas abajo.

En esencia, ciertos patrones de flujo de dopamina hacia el núcleo accumbens pueden producir cambios duraderos en la motivación subyacente a la formación de secuencias motoras relativamente fijas, incluidos hábitos y compulsiones que son fundamentales para la adicción.

Gracias a la evidencia reunida por diversas investigaciones realizadas por los científicos, sabemos que la dopamina es una señal de refuerzo motivacional general y socialmente relevante en el núcleo accumbens.

También están implicados una serie de otros sistemas neurotransmisores y neurohormonales, incluidos la serotonina, la oxitocina, la vasopresina, los corticosteroides, el factor liberador de corticosteroides y el sistema opioide endógeno, por mencionar algunos.

De forma parecida, un conjunto más amplio de estructuras subcorticales más allá del NAC, pero interconectadas con él (y el conjunto PFC-AMY-VHIP), se dedican a gobernar la motivación y el comportamiento social.

Estos incluyen los núcleos septales (n. septal, también llamado tabique lateral; involucrado en el juego social y la agresión), el núcleo del lecho de la estría terminal (BNST, también se considera con frecuencia como parte de la “amígdala extendida”; involucrado en la ansiedad social y el comportamiento sexual) y, por supuesto, el hipotálamo (HypoT; involucrado en una amplia gama de comportamientos homeostáticos, consumatorios y sexuales primitivos).

Aunque las complejidades de dichos sistemas interactivos aún no nos permiten desentrañar exactamente cómo gobiernan la motivación social y la comunicación, están surgiendo nuevas teorías basadas en datos que sugieren como podrían vincular el apego, la adicción y la resiliencia al estrés.

Como muestra, la oxitocina está fuertemente implicada en la formación y el mantenimiento de las relaciones íntimas y el vínculo materno-fetal, mientras que también ayuda a regular el eje hipotalámico-pituitario (HPA) y la respuesta a los corticosteroides ante amenazas y factores estresantes externos (creando la sensación de relativa seguridad entre los seres queridos).

El sistema de oxitocina puede cumplir dichas funciones al facilitar la formación de hábitos de conductas que rodean las relaciones exclusivas, al modular la forma en que el NAC interactúa e influye en el cuerpo estriado dorsal.

Entre todos estos sistemas de neurotransmisores, la investigación sobre el sistema opioide endógeno ofrece algunas de las ideas más convincentes sobre la superposición entre apego y adicción.

El sistema opioide endógeno no sólo participa en el refuerzo de las drogas y la percepción del dolor a través de la actividad de los receptores µ-opiáceos puede modular la formación o el mantenimiento de dichos vínculos tempranos, los ciclos de separaciones y reuniones entre pares de personas, madre-hijo, tienen efectos biológicos en el sistema opioide endógeno y tienen similitudes de comportamiento con las fases de opioides abstinencia e intoxicación.

Dichas observaciones hacen fácilmente concebible que patrones anormales de apego temprano, por citar un caso, marcados por inconsistencias caóticas, interacciones negligentes y/o abusivas, pueden causar una alteración en el desarrollo y función del propio sistema opioide endógeno, y/o en fases posteriores redes sociales y motivacionales que este sistema regula.

Por lo tanto, la “malformación” inducida por la experiencia del sistema opioide endógeno en la infancia puede desempeñar un rol causal en la aparición de una personalidad límite en la edad adulta temprana, que, por supuesto, es muy comórbido con adicciones a las drogas.

Simultáneamente, el trauma socioambiental temprano y el apego caótico son un factor de riesgo importante para la adicción en adultos tanto en roedores como en humanos.  

El sadomasoquismo que impregna las enfermedades límite del espectro también sugiere en gran medida desajustes en el desarrollo neurológico que involucran la percepción del placer y el dolor, los sistemas motivacionales y el comportamiento social.

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La forma en que los pacientes límite a menudo muestran ciclos de sexualidad impulsiva y conductas autodestructivas en su relación compulsiva con parejas románticas abusivas, y patrones extremos de consumo de drogas, pueden ser notablemente similares y estar entrelazados.

Los pacientes que se dedican a la prostitución no sólo suelen tener historias infantiles de abuso sexual y emocional y síntomas límite en la edad adulta, sino que su prostitución con frecuencia está inmersa en la adicción a las drogas, tanto como un medio para adquirir drogas adictivas como un contexto en el que consumen y disocian.

La interrupción temprana del apego y el abuso/negligencia temprana son con frecuencia fenómenos interrelacionados que se sabe que son causas fundamentales de la psicopatología adulta.

Nuevas investigaciones están comenzando a caracterizar cómo estas experiencias representan eventos biológicamente potentes y neurotóxicos para el desarrollo, que alteran centros límbicos clave como PFC, AMY y VHIP, lo que conduce a enfermedades mentales, y la funcionalidad del NAC, lo que aumenta el riesgo de que las personas se conviertan en adictas a las drogas.

Como caso ilustrativo, los trastornos del espectro traumático (que abarcan el trastorno de estrés postraumático, los trastornos de la personalidad del grupo B y los trastornos afectivos) generalmente son altamente comórbidos con la adicción a las drogas.

Mientras que los modelos animales de dichas enfermedades mentales muestran deficiencias en la neuroplasticidad y la neurogénesis dentro del VHIP.

A su vez, el daño temprano del desarrollo neurológico al VHIP aumenta la capacidad de respuesta motivacional a las drogas adictivas (es decir, aumenta la probabilidad de adquirir adicción), al cambiar la forma en que la NAC y el cuerpo estriado dorsal responden a sus efectos neuroplásticos inducidos por la DA.

En pocas palabras, la ciencia clínica y básica está demostrando que los mecanismos cerebrales involucrados en el apego y la adicción se superponen y se involucran mutuamente en un grado tan alto que el paciente adicto experimenta su apego a sus drogas como si fueran seres queridos; como si las drogas fueran personas con las que tienen una relación cercana.

Recuperación con base en redes neuronales: Apego interpersonal, duelo y superación de la adicción

Un marco útil para comprender la enfermedad que padecen los pacientes con adicción, y enfermedades mentales comórbidas, es aquel que ve su estado de enfermedad como una trampa de la que necesitan ayuda para salir.

Con el paso del tiempo, la adicción ha creado una limitación patológica de su libre albedrío y de su capacidad para adoptar decisiones adaptativas.

Ha limitado su repertorio conductual motivacional a un conjunto anormalmente estrecho de “programas” dedicados a adquirir y consumir drogas a expensas de motivaciones y comportamientos saludables.

La enfermedad mental, que con frecuencia se manifiesta hasta cierto punto como contexto de una adicción grave, acelera este proceso, ya que no sólo cambia el poder reforzador de las drogas adictivas.

Sino que también produce un comportamiento impulsivo y reducción del repertorio motivacional-conductual incluso antes de que el consumo de drogas comience a provocar enfermedades adictivas.

Posteriormente, a medida que la adicción a las drogas se afianza, el consumo de drogas genera aún más síntomas psiquiátricos (o empeora los que ya estaban presentes), al tiempo que degrada aún más la toma de decisiones necesaria para realizar funciones ocupacionales y sociales, familiares, adaptativas.

Singularmente, uno de los primeros usos conocidos del término “adicción” se produjo en la antigüedad romana, refiriéndose a un vínculo de esclavitud o al estado de servidumbre de los deudores a los prestamistas o a aquellos a quienes debían restitución.

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Por lo tanto, la adicción es una trampa o un estado de servidumbre y esclavitud de la persona afligida, en el que el deseo, la lealtad y el comportamiento se limitan y se centran en el objeto de la droga, a expensas del “libre albedrio” y, con frecuencia, de la salud y longevidad del paciente.

Como reflejo de dicho cambio patológico de comportamiento, la investigación en neurociencia ha demostrado que los circuitos motivacionales primarios (PFC/NAC/AMY/VHIP) afectados por la adicción se vuelven patológicamente inflexibles en algunos de sus atributos estructurales y funcionales.

Con el paso de los días/meses/años, el uso de drogas adictivas literalmente comienza a desgastar y deteriorar los mecanismos y estructuras que permiten la neuroplasticidad normal, el aprendizaje y la memoria motivacional, como lo reflejan múltiples procesos patológicos interactivos que involucran:

🧠 Cambios físicos en las espinas sinápticas corticales estriadas y las dendritas.

🧠 Regulación anormal de la dopamina y la neurotransmisión de opioides endógenos.

🧠 Alteración de la neurogénesis del hipocampo.

De manera más concreta, el uso crónico de drogas adictivas causa un crecimiento anormal en las arborizaciones dendríticas y la conectividad sináptica en las redes neuronales motivacionales (PFC-NAC), lo que probablemente hace que dichos sistemas se “olviden” de representar motivaciones saludables ya aprendidas y se resistan a adquirir nuevas motivaciones importantes.

Simultáneamente, la estimulación farmacológica repetitiva de la neurotransmisión y los receptores de dopamina y/u opioides hace que el cerebro responda con cambios homeostáticos que terminan disminuyendo la capacidad del cerebro para utilizar adecuadamente estos mismos sistemas de señalización relacionados con señales y experiencias ambientales no relacionadas con las drogas.

En última instancia, dentro del hipocampo (que se encuentra conectado con el circuito motivacional central a través de los axones VHIP a NAC), los efectos tóxicos crónicos de las drogas adictivas para suprimir la neurogénesis y otras formas de plasticidad ocasionan una falla en la capacidad del cerebro para integrar el presente y las experiencias del pasado, y utilizar dicha información para guiar la formación de nuevos programas motivacionales adaptativos.

Así, en la adicción, las redes motivacionales centrales del cerebro se vuelven estructural y funcionalmente inflexibles, de la misma manera que la conducta del paciente está rígida y compulsivamente fijada en la droga convertida en objeto de amor.

Dada dicha situación, podemos ver la gran dificultad de producir un rescate terapéutico y una liberación de los pacientes de su adicción aprisionadora, porque se trata también de una “historia de amor” con la droga que los mantiene aprisionados.

De hecho, alentar a un paciente a avanzar hacia la recuperación mediante la terapia de mejora motivacional es prácticamente equivalente a convencerlo de que elimine una relación primaria, intensa y, sin embargo, patológica.

Si bien nos recuerda que una psicoterapia exitosa en ocasiones debe ayudar a los pacientes a lograr el final decisivo de una relación íntima (pero destructiva), dicho marco de finalización y duelo por el final de una relación importante es habitualmente evidente cuando se observa a los pacientes que buscan recuperarse de la adicción.

Como caso concreto, los sueños de recaída de drogas son una experiencia común en pacientes abstinentes en etapa temprana/media que pueden producir una mezcla de sentimientos que vale la pena discutir en el ámbito del tratamiento.

De manera similar, los sueños recurrentes de seres queridos perdidos son muy comunes en el proceso de duelo y, si bien producen tristeza y/o consuelo a corto plazo, pueden ser curativos a largo plazo.

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Dada la evidencia de que los sueños, y más generalmente el sueño REM, están involucrados en la consolidación de la memoria a corto y largo plazo a través de la intercomunicación PFC-hipocampo, tanto los sueños de duelo como los sueños de recaída pueden reflejar un proceso de adaptación saludable a un nuevo estado donde la relación con la persona, o la droga, existe solo en la memoria.

Desafortunadamente, a diferencia de la situación en la que se llora a un ser querido muerto, está en gran medida en el poder del paciente adicto resucitar a su objeto de amor entre los muertos, por así decirlo, mediante la recaída.

Debido a dicho potencial de recaída, que normalmente ocurre muchas veces en el curso de la recuperación de la adicción, podemos comenzar a apreciar la recuperación de la adicción como una condición de duelo prolongado o patológico.

Otra vez más, el duelo patológico complicado y las adicciones graves comparten factores de riesgo comunes de estar asociados con experiencias tempranas adversas, alteraciones del apego y diversas formas de enfermedad mental.

En dichos contextos, la participación compulsiva en ciclos masoquistas de recaída, daño, abstinencia, etc., con el uso de drogas, refleja patrones de vinculación traumática.

El cerebro es una maquina de adaptación bien diseñada que optimiza su ajuste durante las fases “constructivas” de entornos y redes de relaciones relativamente estables.

Pero también puede sufrir cambios biofísicos “deconstructivos” profundos en respuesta a cambios muy drásticos en los contextos y las redes psicosociales.

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El VHIP, el PFC, el eje HPA-corticosteroides y muchos otros sistemas de neurotransmisores, incluidas la dopamina, 5-HT, glutamato y el sistema opioide endógeno, están todos implicados en dichos cambios drásticos.

Un concepto clave a tomar en cuenta es que la optimización de la adaptación a nuevas circunstancias ambientales probablemente depende del grado en que los cambios neurobiológicos que involucran a dichos sistemas puedan ser proporcionales al grado y la rapidez del cambio ambiental.

Dicho en otras palabras, para adaptarse mejor a cambios cada vez más rápidos y/o cada vez más profundos en las relaciones, ocupaciones, geografía, etc., el cerebro debe literalmente descomponerse en mayor grado y reconstruirse en mayor grado en términos de fortalezas y arquitecturas de conexión de redes neuronales dentro de redes límbicas cortical-estriatales.

Quizás lo más concreto sea que veamos evidencia de dicho fenómeno en términos de neurogénesis del hipocampo.

El estrés prolongado del eje HPA induce la liberación de corticosteroides y glutamato que literalmente derriten la conectividad axodendrítica y matan las neuronas del hipocampo.

A dicha “quema” de conexiones y neuronas le sigue una fase de recrecimiento de patrones de conectividad nuevos y diferentes, apuntalados por el nacimiento de nuevas neuronas en el hipocampo, que son capaces de alcanzar mayores grados de plasticidad en comparación con las neuronas más antiguas.

Una implicación interesante de dicho modelo de adaptación y “quema/acumulación”, del cual la neurogénesis del hipocampo en adultos es una pieza central, es que tiene un amplio poder explicativo para comprender una variedad de enfermedades mentales y adicciones comórbidas.

No alcanzar o superar las fases de “quema” o “regeneración” en proporción al cambio ambiental (o en proporción entre sí) puede explicar aspectos diferenciales del trastorno de estrés postraumático, la depresión, trastornos bipolares, los trastornos de la personalidad y la esquizofrenia.

O bien, una falla en la regeneración apropiada producida por ciertas formas de enfermedad mental y los efectos farmacológicos de las drogas adictivas puede mantener al paciente atrapado en el estado de adicción, donde no puede “adaptarse” a la búsqueda y consumo de drogas dañinas y compulsivas.

Con respecto a la adicción como un apego patológico que debe ser extinguido, reparado o reemplazado, el modelo de adaptación cerebral de “quemado/acumulación” nos conduce a tomar en consideración dos de los modelos de etapas más importantes y clínicamente útiles en psiquiatría:

🧠 Las etapas de duelo de Kubler-Ross

🧠 Las etapas de cambio de Prochaska y DiClemente

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Kubler-Ross Prochaska
Objeto de transición
ser amado
drogadicción
Cualquier vínculo importante
Etapas de la transición
Etapas del duelo
Etapas del cambio
Modelo general de adaptación al apego
Negación
Precontemplación
No son conscientes de la necesidad de adaptarse
Ira
Contemplación
Consciente/Resistente a la necesidad de adaptarse
Negociación
Preparación
Estrategias de adaptación
Depresión
Acción
Esfuerzo de adaptación
Aceptación
Mantenimiento
Se ha producido una adaptación significativa

La comparación de estos dos modelos uno al lado del otro evidencia sus temas compartidos y similitudes de procesos.

En “Negación/Precontemplación” se ha presentado la necesidad ambiental de un cambio drástico, pero el individuo es sólo mínimamente consciente.

En cuanto a “Ira/Contemplación”, el individuo es consciente de la necesidad de cambio, pero también de su inversión en el status quo, y por eso se ve arrastrado a un conflicto interno que lo consume, con frecuencia con manifestaciones emocionales sustanciales, sobre qué hacer.

En “Negociación/Preparación” se ha tomado la decisión de entrar en algún tipo de cambio, pero los detalles aún no están resueltos.

De hecho, las personas con frecuencia quedan atrapadas en dicha fase tratando de considerar cómo pueden retener y desarrollar “lo mejor de ambos mundos”, lo cual en realidad no es del todo factible si se acepta la muerte de alguien o la abstinencia parcial de la adicción.

A simple primera vista, “Depresión/Acción” puede parecer la comparación en la que Kubler-Ross y Prochaska son más disonantes, ya que un estado de depresión con frecuencia se asocia con retraso psicomotor, aparentemente inconsistente con un estado de “acción”.

No obstante, en términos del modelo de “quema/acumulación”, podemos apreciar que esta fase de cambio a nivel cerebral puede estar intensamente activo; ahora, las antiguas vías de conectividad y redes neuronales están literalmente siendo demolidas a medida que se sientan los planos y las bases de nuevas arquitecturas de conectividad.

En algunos aspectos, el comportamiento del individuo cambia y se restringe, como si se “preparara” para la tormenta, mientras que otras personas se acercan para apoyar y proteger a través de manifestaciones individuales y grupales de empatía y consejos (como ejemplo, funerales o terapia de grupo en etapa temprana).

Al final, tenemos la fase de “Aceptación/Mantenimiento” en la que la reconstrucción neuronal se encuentra en marcha, en la que los individuos ahora están optimizando y afinando su adaptación al mundo posterior a “su ser querido/posconsumo de drogas”.

Como se presenta en la tabla, dicha comparación sugiere que las etapas Kubler-Ross y Prochaska pueden sintetizarse en un modelo de adaptación al apego más general con una base neurocientífica.

Dicho modelo general entiende el duelo y la recuperación de la adicción como procesos bastante similares e interrelacionados, sustentados por una revisión y remodelación neuroplástica sustancial en el cerebro, consistente con el proceso de “quema/modelo de acumulación” que ocurre en todos los componentes del conjunto PFC-NAC-AMY-VHIP.

Afrontando lo nuevo: Cómo las redes neuronales orquestan nuestra adaptación

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Una clave para implementar el Modelo General de Adaptación del Apego en el tratamiento de pacientes con adicción y diagnóstico dual es entender la recuperación de la adicción como una forma de duelo complejo y actuar clínicamente en consecuencia.

En términos de la psicoterapia, esto significa incorporar enfoques en el tratamiento del duelo complicado/patológico en psicoterapias individuales y grupales para la adicción.

Dicha incorporación podría incluir el reconocimiento de que la transición desde la adicción es un periodo de trabajo emocional muy duro, como el duelo, en el que el individuo (por muy dañino que haya sido el consumo de drogas) está experimentando una sensación notable de pérdida.

Dicha pérdida puede ser bastante profunda, singularmente cuando los pacientes también deben abandonar relaciones cercanas y contextos estrechamente asociados con el consumo de drogas, que incluyen a familiares, amigos y lugares.

Ayudar a los pacientes a soportar y llorar, lo que con frecuencia son pérdidas tremendas e irremplazables en su salud, sus relaciones y sus aspiraciones ocupacionales, causadas directamente por la adicción, suele ser esencial para protegerlos contra futuras recaídas y un empeoramiento de la depresión.

Aportar empatía, honrar la humanidad del paciente y su necesidad de conexión, aliviarlo de la vergüenza, tal vez incluso utilizar rituales comunitarios (un funeral, por ejemplo), todos ellos podrían ser ingredientes terapéuticos valiosos para la recuperación de la adicción.

Evidentemente, una estrategia central de la terapia del duelo para facilitar el crecimiento del individuo hacia nuevas preocupaciones, hábitos y relaciones saludables también es esencial para la recuperación de la adicción.

Parte de dicho esfuerzo significa que los psicólogos, enfermeras y psiquiatras que atienden a pacientes adictos o con diagnostico dual deben operar profesionalmente, no como figuras distantes, sino como sustitutos del apego, representando y modelando las nuevas relaciones saludables que dichos pacientes necesitan.

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Básicamente, una clave para el éxito del diagnóstico dual y la atención de las adicciones puede ser la capacidad de los equipos de tratamiento para formar fuertes vínculos terapéuticos con los pacientes que puedan “dominar” su vínculo patológico con las drogas adictivas.

Reconocer que la adicción es una enfermedad crónica y recurrente que requiere tratamientos basados en evidencia que impliquen esfuerzos sostenidos para reentrenar, remodelar y reconstruir las capacidades para los vínculos humanos empáticos, es un reconocimiento de que deshumanizar, juzgar, desconectar y brutalizar mentalmente a las personas enfermas o adictas mediante la criminalización y el encarcelamiento masivo, es un fracaso moral y de salud pública catastrófico.

De forma paralela, los medicamentos psiquiátricos son importantes no sólo para abordar las comorbilidades de enfermedades mentales que se encuentran en la mayoría de los pacientes con adicciones graves, sino que también deben facilitar la adaptación al apego.

De manera similar, los medicamentos para los trastornos adictivos que tienen diversos efectos motivacionales y cerebrales que ayudan a los pacientes a reemplazar o terminar con el uso de drogas adictivas de manera segura deben incorporarse y ser sinérgicos con las psicoterapias.

Para cerrar, nuevos enfoques psicoterapéuticos como el Circulo de Seguridad, que se centran directamente en recuperar, reparar o remodelar las conductas de apego en adultos que crían niños y que cargan con sus propias lesiones de apego derivadas de un trauma infantil, puede ser clave para prevenir la transmisión transgeneracional de adicciones y trastornos de diagnóstico dual en el seno de las familias.

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